Equipos chicos con hinchadas enormes
- Simon Telechea
- hace 13 minutos
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Boca Juniors y River Plate, los dos clubes más populares del fútbol argentino, son reconocidos mundialmente por su historia y pasión. Sin embargo, el Mundial de Clubes 2025 dejó en evidencia que su grandeza no basta para competir en la élite actual. Ambos equipos, eliminados en primera fase del mundial, reflejaron las carencias de una Liga argentina que vive de hinchadas y no de fútbol.
El Mundial de Clubes, organizado por la FIFA, no premia la historia ni los logros pasados. Es un certamen que evalúa el presente, y el presente de Boca y River dista de ser competitivo. En la Liga Profesional, donde el nivel futbolístico es pobre, ambos equipos sufrieron derrotas inesperadas: River cayó ante Platense y Talleres, mientras que Boca perdió con Independiente y no clasificó a torneos continentales tras la dura derrota contra Alianza Lima. ¿Era razonable esperar un desempeño destacado en Estados Unidos?
River, que acumula fracasos desde hace dos años, no pudo marcar un solo gol ante Monterrey. Boca, por su parte, no logró ganar a un equipo amateur. Estos resultados no sorprenden: son el reflejo de planteles que no logran consolidarse y de una liga donde el fútbol pasa a segundo plano.
La Liga Profesional, con 30 equipos y sin descensos, prioriza el espectáculo de las tribunas por encima del juego. Los estadios llenos, con 85 mil hinchas en el Monumental o el fervor de La 12 en la Bombonera, son el verdadero negocio. Sin embargo, el hincha no gana partidos. River perdió con Atlético Mineiro y Platense en casa, mientras que Boca fue eliminado por Alianza Lima e Independiente en su mítico estadio.
En Argentina, el fútbol se ha transformado en una batalla física donde se premia la destrucción del juego rival por encima de la creación. Los árbitros permiten el roce excesivo, los dirigentes apuestan por vender jugadores y los clubes viven de la pasión de sus hinchadas. Una entrada a la platea del Monumental o la Bombonera cuesta lo mismo que en el Bernabéu o el Parque de los Príncipes, pero el espectáculo no está a la altura.
El Mundial de Clubes fue una vidriera para las hinchadas argentinas. Boca llenó las boleterías en Miami, con un espectáculo que deslumbró al presidente de la FIFA, Gianni Infantin, presente en todos los partidos del Xeneize . River no se quedó atrás: 30 mil hinchas viajaron a Seattle para alentar al equipo. Sin embargo, el “show” no se trasladó al campo. Boca no ganó un solo partido, y River se despidió sin anotar goles en sus últimos dos partidos.
Hubo un tiempo en que Boca y River ofrecían fútbol de calidad. Los hinchas llenaban la Bombonera para ver los goles de Palermo y los pases de Riquelme, o el Monumental para disfrutar de Quintero y Ortega. Equipos como el Ferro de Grigol, el Vélez de Bianchi o el Estudiantes de Sabella desafiaban a los gigantes. Hoy, el periodismo elogia a un Platense que “se defiende bien” o logra un contragolpe, mientras la esencia del fútbol argentino se reduce a pelotazos y errores del rival.
Los últimos equipos memorables de Boca y River datan de 2018. Desde entonces, ningún plantel ha alcanzado un nivel competitivo a escala internacional. La final de la Libertadores 2023 de Boca, lograda por penales, y la semifinal de River en 2024, donde fue superado por Atlético Mineiro, son ejemplos de un declive evidente.
Boca y River no son un papelón; son el producto de una liga que no fomenta la competitividad futbolística. Mientras el fútbol argentino siga priorizando la destrucción del rival por sobre el juego propio, los resultados internacionales no cambiarán. Hoy, River y Boca son dos equipos chicos con hinchadas enormes, admiradas en todo el mundo, pero incapaces de traducir esa pasión en victorias. El primer paso para mejorar es aceptar esta realidad.
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