"Turcos” que no lo son: el apodo que marcó a generaciones de árabes en Argentina
- Simon Telechea
- hace 9 horas
- 2 Min. de lectura

Durante décadas, en la Argentina fue común —y todavía lo es— llamar “turcos” a personas de origen libanés, sirio o árabe. El término se repite en charlas familiares, en barrios comerciales y hasta en la política. Sin embargo, detrás de ese apodo hay una historia que poco tiene que ver con la identidad real de quienes lo recibieron.
Un rótulo nacido en los papeles
El origen del apodo se remonta a fines del siglo XIX y comienzos del XX, cuando miles de inmigrantes del actual Líbano, Siria y Palestina llegaron al país con pasaportes del Imperio Otomano. En los registros oficiales figuraban como súbditos otomanos, y para las autoridades migratorias y la sociedad de la época, eso bastó para llamarlos “turcos”.
La simplificación se volvió costumbre, y el error administrativo terminó transformándose en una etiqueta cultural.

Ejemplos que atraviesan la historia
El uso del apodo trascendió lo cotidiano y llegó a la esfera pública. Uno de los casos más conocidos es el del expresidente Carlos Menem, hijo de inmigrantes sirios, a quien durante años se lo mencionó como “el turco Menem”, pese a no tener vínculo alguno con Turquía.
¿Les gusta que los llamen “turcos”?
Dentro de la comunidad árabe hay miradas diversas:
Algunos lo aceptan con naturalidad o incluso con afecto, como una marca histórica de la inmigración.
Otros lo rechazan, porque consideran que borra su verdadera identidad cultural, lingüística y religiosa.
“Mis abuelos eran libaneses, hablaban árabe y jamás se sintieron turcos”, repiten muchos descendientes que hoy reivindican su origen y piden ser nombrados correctamente.
Una palabra, muchas historias
Más que un simple apodo, “turco” resume una época, una confusión histórica y el modo en que la sociedad argentina fue integrando a distintas corrientes migratorias. Entender su origen no solo permite evitar errores, sino también reconocer y respetar la diversidad que forma parte de la identidad nacional.
Porque, aunque el apodo persista, la historia demuestra que no todos los “turcos” lo son, y que detrás de esa palabra hay raíces árabes profundas que merecen ser llamadas por su nombre










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